Hace apenas unas semanas el Obispo de Durango, Héctor González Martínez, un hombre valiente y honesto en su misión pastoral, hombre profundamente querido en las comunidades de Oaxaca, que supo entender los momentos difíciles de varios procesos políticos, económicos y sociales de esa conflictiva entidad que era gobernada por algunos “gobernícolas” que más que gobernadores, siempre se distinguieron como los porros de los presidentes más odiados del país, hace una “denuncia sobre la vida de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.
Ahora, aparecen cerca de este Municipio asesinados dos tenientes del Ejército Mexicano que realizaban labores de inteligencia, torturados y masacrados, con letreros amenazantes donde se dice: “Con el Chapo nunca van a poder ni sacerdotes ni gobernantes”. En tales condiciones de amenazas, es lógico que los grupos sociales que pueden saber o entender el proceso de la delincuencia organizada, que aún quieran, conscientemente, ser parte de la solución y dar denuncias sobre este tema, lo pensarán mucho, sobre todo, cuando se sabe, por la experiencia y por los hechos cotidianos, que los delincuentes, de inmediato, conocen, antes que los jueces y otras autoridades, las denuncias que se pondrán en contra de actos y de delincuentes y esto es una real amenaza contra su vida, sus familias y sus bienes y, si hombres preparados, capacitados, valientes, expertos en inteligencia, en manejo de armas y en acciones clandestinas y violentas son detenidos, torturados y asesinados con total impunidad, ya nos imaginamos a los ciudadanos y a las señoras que no cuentan con ninguna preparación o capacitación para cuidar, en lo mínimo, su seguridad y es, por esa simple razón, que cuando los políticos, los funcionarios y los policías dicen que no pueden actuar porque no hay denuncias de los ciudadanos por los delitos que sufren, están faltando a toda la verdad, porque la realidad deberían reconocer, que los ciudadanos no les tenemos confianza a las autoridades, a los jueces, a los policías, simplemente, porque sirven y protegen a los delincuentes por medio de su ineficiencia, por sus complicidades y por los altos niveles de corrupción que imperan en este medio.
Los sacerdotes que siempre sostienen y mantienen un amplio contacto con los fieles, aún en los sitios más lejanos y agrestes, conocen de primera voz, la de las víctimas, las tragedias que viven en cada comunidad, en cada Municipio, en cada Ciudad, en cada Estado y es lógico que así como existen sacerdotes que tienen ligas con los delincuentes ya sea porque no tienen conciencia, porque se les convence por medio de limosnas y atenciones o porque no tienen valor pastoral ni civil, otros saben de los peligros que este proceso provoca en la descomposición social y en las familias de su grey y por esa razón hacen tales declaraciones, a pesar del extremo peligro que corren en su integridad y las de sus familias y ,por mucho que digan las autoridades, los policías y los políticos que les darán protección para su integridad, la realidad es que no existe ninguna protección real contra la violencia que sorprende en cualquier momento, sobre todo, cuando los hombres que supuestamente son cuidados, no tienen la capacitación para saber cubrir sus actividades y coordinarse con sus propios “cuidadores” que en muchos casos, son los primeros que dan los informes, a sus jefes, de todos los movimientos de los vigilados y, esa información, siempre para en las manos de los delincuentes que pueden actuar con toda la complicidad de sus hombres en el poder y con la protección necesaria para realizar los atentados que quieran, sobre todo cuando el grupo al que pertenece el mafioso es el que goza, como se ha visto en la realidad, la mejor protección de policías, funcionarios y políticos de varios niveles de gobierno, al grado que, su impunidad es real y ha durado por muchos años, desde su despegue, en los tiempos de Vicente Fox…
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